UNIFESO 2011/1

La zona fantasma

Red de pardillos

 

Pocas son las personas que no desean dejar huellas de

su paso por el mundo, o que aspiran a limitarlas lo más

posible, aunque alguna que otra he conocido. No eran

individuos retraídos ni misantrópicos; al contrario, solían ser

[5]  simpáticos y cordiales, como si mostrarse huraños o

esquivos fuera ya una manera de llamar la atención, lo último

que deseaban. Cuando es un personaje público el que opta

por retirarse, lo tiene particularmente difícil porque parte de

una contradicción en los términos. Ha sido el caso del

[10]  escritor Salinger, muerto hace un año o menos. Tras alcanzar

fama universal con sus cuatro libros publicados entre 1951 y

1963, sobre todo con el primero, la novela absurdamente

titulada en español El guardián entre el centeno, no sólo

decidió no dar nada más a la imprenta (salvo un largo relato

[15]  en una revista, creo que en 1965), sino que exigió que las

múltiples reediciones de sus obras aparecieran sin un solo

dato biográfico ni comentario alguno en las solapas o en la

contracubierta. Como es bien sabido, no concedió

entrevistas, no se dejó fotografiar, y la única imagen de

[20]  tiempos recientes que ha visto la luz lo retrata iracundo y

amenazante, precisamente porque se trató de una foto

tomada a traición o robada. La paradoja estribó en que,

cuanto más se ocultaba Salinger y más duraba su

apartamiento, más curiosidad atraía sobre sí mismo, más lo

[25]  acosaban periodistas, fans y espontáneos, más crecía su

leyenda y más irritante resultaba su actitud para la mayor

parte del mundo, que justamente en esta época intenta dejar

tantas huellas como sea posible, aunque a nadie le importen

ni las tenga en cuenta.

[30]  “Cuanto uno revela puede acabar utilizándose en su

contra; ser objeto de burlas y chanzas”

Lo más preocupante de este afán generalizado por estirar

el cuello y estar presente, por gozar de cualquier grado de

fama (así sea limitada y efímera), por exhibirse e informar al

[35]  resto de los propios pasos, actividades, opiniones y gustos,

es que quienes lo padecen, abren perfiles en Facebook o

alimentan Twitter con sus notitas por fuerza triviales, parecen

haber perdido enteramente cierto instinto de conservación

que a lo largo de siglos ha hecho saber a la gente que no

[40]  convenía dar demasiada información acerca de sí misma y

que hacerlo entrañaba peligro, porque cuanto uno revela

puede acabar utilizándose en su contra; puede deformarse y

tergiversarse, ser objeto de burlas y chanzas (y no de

admiración, como se pretende), ser aprovechado por sus

[45]  superiores, sus empleadores, la policía, la a veces abusiva

Hacienda, el Estado. Hace poco se descubrió que en

Alemania había empresas que fisgaban en Facebook y en

otras redes sociales para decidir la contratación o el despido

de alguien. Los propios interesados, que deberían mantener

[50]  en privado u ocultas algunas características de su

personalidad: sus creencias, sus simpatías políticas, sus

opiniones, aficiones o “vicios”, estaban aireándolas, tal vez

con la idea ingenua de que sólo sus amistades tendrían

acceso a su perfil internético, cuando ya nadie ignora que en

[55]  la Red no hay discreción ni secretismo posibles, y que ni

siguiera la CIA o el Pentágono se resisten a las intrusiones de

un hábil hacker.

El Gobierno alemán se erigió en defensor de la

“intimidad” – irónico llamarla así a estas alturas – de los

[60]  usuarios, y prohibió a las empresas esta práctica, o por lo

menos valerse de los datos así obtenidos para extender o

cancelar contratos de trabajo. Otra ingenuidad: esas

empresas seguirán consultando Facebook y sus

equivalentes, sólo que fingirán no haberlo hecho y jamás

[65]  aducirán motivos “sospechosos” para emplear o despedir a

nadie, sino que se inventarán cualesquiera otros, de modo

que no puedan ser acusadas de discriminar a alguien por ser

homosexual, o ateo, por fumar tabaco o porros o participar

en orgías o posar desnudo o detestar a tal o cual partido

[70]  político, cosas todas ellas que los inocentes exhibicionistas

habrán confesado en Internet alegremente, y sin que nadie

les preguntara. Cuanto acaso habrían negado o callado de

ser interrogados por un juez o por la policía, o por sus

propios padres si se trata de adolescentes, lo cascan gratis

[75]  para que todo el mundo se entere, sólo por vanidad y para

que se les haga caso. Hay incluso quienes cuelgan noticias

utilísimas para ladrones: “Estoy desayunando en el

aeropuerto de Río, y nos esperan dos semanas de

maravillosas playas”. Los cacos ya saben que disponen de

[80]  ese tiempo para entrar en un piso vacío y desvalijarlo con

parsimonia.

Para quienes contamos cierta edad, una de las

escasísimas ventajas de haber vivido años bajo una

dictadura es que aprendimos muy pronto el riesgo de que se

[85]  supiera mucho de nosotros, y a no dejar algunos rastros. Hoy

vivimos en un régimen supuestamente democrático, pero

demasiada gente no se ha percatado aún de que nuestras

actuales democracias se asemejan cada vez más a los

Estados totalitarios, que se meten en todo y lo controlan y

[90]  averiguan y espían todo, y no vacilan en aprovecharse de ello

y en utilizarlo, eso sí, con más o menos disimulo e hipocresía.

La célebre fórmula Miranda, que hemos visto recitar

centenares de veces en las películas americanas cuando se

detiene a alguien (“Tiene derecho a guardar silencio.

[95]  Cualquier cosa que diga podrá ser utilizada ante un tribunal

en contra suya”), acabará por carecer de sentido si los

ciudadanos siguen proclamando a los cuatro vientos todo lo

habido y por haber sobre sus personas, costumbres y

actividades, espontáneamente y de antemano, como

[100]  verdaderos pardillos.

(Javier Marías 03/10/2010)

http://www.elpais.com/articulo/portada/Red/pardillos/elpepusoceps/20101003elpepspor_15/Tes

El término destacado en: “…estaban airándolas, tal vez con la idea…” (L. 52-53) hace referencia a:

a

vicios.

b

aficiones.

c

opiniones.

d

amistades.

e

características.

Depoimentos
Por que os estudantes escolhem a aio
Tom
Formando em Medicina
A AIO foi essencial na minha preparação porque me auxiliou a pular etapas e estudar aquilo que eu realmente precisava no momento. Eu gostava muito de ter uma ideia de qual era a minha nota TRI, pois com isso eu ficava por dentro se estava evoluindo ou não
Sarah
Formanda em Medicina
Neste ano da minha aprovação, a AIO foi a forma perfeita de eu entender meus pontos fortes e fracos, melhorar minha estratégia de prova e, alcançar uma nota excepcional que me permitiu realizar meu objetivo na universidade dos meus sonhos. Só tenho a agradecer à AIO ... pois com certeza não conseguiria sozinha.
A AIO utiliza cookies para garantir uma melhor experiência. Ver política de privacidade
Aceitar