La zona fantasma
Red de pardillos
Pocas son las personas que no desean dejar huellas de
su paso por el mundo, o que aspiran a limitarlas lo más
posible, aunque alguna que otra he conocido. No eran
individuos retraídos ni misantrópicos; al contrario, solían ser
[5] simpáticos y cordiales, como si mostrarse huraños o
esquivos fuera ya una manera de llamar la atención, lo último
que deseaban. Cuando es un personaje público el que opta
por retirarse, lo tiene particularmente difícil porque parte de
una contradicción en los términos. Ha sido el caso del
[10] escritor Salinger, muerto hace un año o menos. Tras alcanzar
fama universal con sus cuatro libros publicados entre 1951 y
1963, sobre todo con el primero, la novela absurdamente
titulada en español El guardián entre el centeno, no sólo
decidió no dar nada más a la imprenta (salvo un largo relato
[15] en una revista, creo que en 1965), sino que exigió que las
múltiples reediciones de sus obras aparecieran sin un solo
dato biográfico ni comentario alguno en las solapas o en la
contracubierta. Como es bien sabido, no concedió
entrevistas, no se dejó fotografiar, y la única imagen de
[20] tiempos recientes que ha visto la luz lo retrata iracundo y
amenazante, precisamente porque se trató de una foto
tomada a traición o robada. La paradoja estribó en que,
cuanto más se ocultaba Salinger y más duraba su
apartamiento, más curiosidad atraía sobre sí mismo, más lo
[25] acosaban periodistas, fans y espontáneos, más crecía su
leyenda y más irritante resultaba su actitud para la mayor
parte del mundo, que justamente en esta época intenta dejar
tantas huellas como sea posible, aunque a nadie le importen
ni las tenga en cuenta.
[30] “Cuanto uno revela puede acabar utilizándose en su
contra; ser objeto de burlas y chanzas”
Lo más preocupante de este afán generalizado por estirar
el cuello y estar presente, por gozar de cualquier grado de
fama (así sea limitada y efímera), por exhibirse e informar al
[35] resto de los propios pasos, actividades, opiniones y gustos,
es que quienes lo padecen, abren perfiles en Facebook o
alimentan Twitter con sus notitas por fuerza triviales, parecen
haber perdido enteramente cierto instinto de conservación
que a lo largo de siglos ha hecho saber a la gente que no
[40] convenía dar demasiada información acerca de sí misma y
que hacerlo entrañaba peligro, porque cuanto uno revela
puede acabar utilizándose en su contra; puede deformarse y
tergiversarse, ser objeto de burlas y chanzas (y no de
admiración, como se pretende), ser aprovechado por sus
[45] superiores, sus empleadores, la policía, la a veces abusiva
Hacienda, el Estado. Hace poco se descubrió que en
Alemania había empresas que fisgaban en Facebook y en
otras redes sociales para decidir la contratación o el despido
de alguien. Los propios interesados, que deberían mantener
[50] en privado u ocultas algunas características de su
personalidad: sus creencias, sus simpatías políticas, sus
opiniones, aficiones o “vicios”, estaban aireándolas, tal vez
con la idea ingenua de que sólo sus amistades tendrían
acceso a su perfil internético, cuando ya nadie ignora que en
[55] la Red no hay discreción ni secretismo posibles, y que ni
siguiera la CIA o el Pentágono se resisten a las intrusiones de
un hábil hacker.
El Gobierno alemán se erigió en defensor de la
“intimidad” – irónico llamarla así a estas alturas – de los
[60] usuarios, y prohibió a las empresas esta práctica, o por lo
menos valerse de los datos así obtenidos para extender o
cancelar contratos de trabajo. Otra ingenuidad: esas
empresas seguirán consultando Facebook y sus
equivalentes, sólo que fingirán no haberlo hecho y jamás
[65] aducirán motivos “sospechosos” para emplear o despedir a
nadie, sino que se inventarán cualesquiera otros, de modo
que no puedan ser acusadas de discriminar a alguien por ser
homosexual, o ateo, por fumar tabaco o porros o participar
en orgías o posar desnudo o detestar a tal o cual partido
[70] político, cosas todas ellas que los inocentes exhibicionistas
habrán confesado en Internet alegremente, y sin que nadie
les preguntara. Cuanto acaso habrían negado o callado de
ser interrogados por un juez o por la policía, o por sus
propios padres si se trata de adolescentes, lo cascan gratis
[75] para que todo el mundo se entere, sólo por vanidad y para
que se les haga caso. Hay incluso quienes cuelgan noticias
utilísimas para ladrones: “Estoy desayunando en el
aeropuerto de Río, y nos esperan dos semanas de
maravillosas playas”. Los cacos ya saben que disponen de
[80] ese tiempo para entrar en un piso vacío y desvalijarlo con
parsimonia.
Para quienes contamos cierta edad, una de las
escasísimas ventajas de haber vivido años bajo una
dictadura es que aprendimos muy pronto el riesgo de que se
[85] supiera mucho de nosotros, y a no dejar algunos rastros. Hoy
vivimos en un régimen supuestamente democrático, pero
demasiada gente no se ha percatado aún de que nuestras
actuales democracias se asemejan cada vez más a los
Estados totalitarios, que se meten en todo y lo controlan y
[90] averiguan y espían todo, y no vacilan en aprovecharse de ello
y en utilizarlo, eso sí, con más o menos disimulo e hipocresía.
La célebre fórmula Miranda, que hemos visto recitar
centenares de veces en las películas americanas cuando se
detiene a alguien (“Tiene derecho a guardar silencio.
[95] Cualquier cosa que diga podrá ser utilizada ante un tribunal
en contra suya”), acabará por carecer de sentido si los
ciudadanos siguen proclamando a los cuatro vientos todo lo
habido y por haber sobre sus personas, costumbres y
actividades, espontáneamente y de antemano, como
[100] verdaderos pardillos.
(Javier Marías 03/10/2010)
http://www.elpais.com/articulo/portada/Red/pardillos/elpepusoceps/20101003elpepspor_15/Tes
Cuando cita la CIA, el articulista lo hace para:
discutir la incapacidad de gestión de la propia CIA.
ilustrar las posibilidades de uso de las redes sociales.
destacar la necesidad de un comportamiento cauto del internauta.
subrayar el necesario control gubernamental más efectivo de la red.
reafirmar la importancia de enseñar el manejo de Internet en las empresas.