PUC-Rio 2014/2

La escuela permeable

Fragmento adaptado del artículo publicado en el periódico El País (www.elpais.es). Escrito por Elisa Silió e Ivanna Vallespín el día 2 de abril de 2014.

 

[1] Las familias deben implicarse en la educación de sus hijos. Eso nadie lo duda y los estudios avalan la

mejora de los resultados académicos cuando eso ocurre. Pero no todos los padres están animados a

participar de la vida escolar, ni todos los centros abren sus puertas al exterior para que la formación de

los niños fluya también de fuera a dentro. Se trata, dicen los especialistas, de fomentar las vías de

[5] participación y comunicación entre escuela y familias, mejorar la predisposición a colaborar de ambas

partes y favorecer la conciliación laboral con el horario escolar, como principales medidas. Pero no es

fácil, y cada vez que se menciona un problema educativo, como los malos resultados de los alumnos

españoles en la prueba de resolución de problemas cotidianos, se desentierran las culpas. ¿Qué

responsabilidad tienen las familias y cuánta los docentes?

[10] “Tras unos años en que las familias casi eran apartadas de las escuelas porque se pensaba que la

educación debía quedar solo en manos de expertos, ahora se ha pasado a implicarlas más en todo el

proceso”, explica Ismael Palacín, director de la Fundación Jaume Bofill, experta en temas educativos. Y

añade que “se ha pasado incluso a culpabilizarlas” de los malos resultados de los estudiantes.

De la importancia de la implicación de las familias en el rendimiento de los estudiantes da cuenta el

[15] informe PISA 2009. En aquellos casos en que los padres leían a sus hijos a menudo durante el primer año 15

de primaria, los adolescentes obtuvieron 25 puntos más de media que sus compañeros. Diferentes

estudios coinciden en que los padres cada vez están más encima de los estudios. El 80% de los niños de

primaria reciben ayuda y el 45% de los de secundaria, según la Encuesta sobre los hábitos de estudio de

los niños españoles de TNS Demoscopia.

[20] “Los padres están ahí. No es verdad que deleguen la responsabilidad en la escuela”, afirma tajante Marta 20

Comas, antropóloga, educadora social y directora del estudio de la Fundación Jaume Bofill ¿Cómo

participan madres y padres en la escuela?, realizado a partir de una encuesta a 1.500 familias catalanas

con hijos de hasta 16 años. El informe revela que a más nivel formativo y más poder adquisitivo, las

familias se implican más en todos los ámbitos. Mientras el 73% los padres con estudios primarios asisten

[25] a actividades de la escuela (fiestas o charlas) y el 23% participa activamente en las Asociaciones de 25

madres y padres de alumnos, los porcentajes se elevan al 85% y 30% respectivamente cuando se

poseen títulos universitarios.

La implicación en el caso de familias monoparentales (por problemas de conciliación) y de inmigrantes es

más reducida. En cuanto a este último colectivo, los expertos de la Bofill descartan el argumento de

[30] “choque cultural” para explicar su menor participación y lo justifican en la confluencia de elementos como 30

el bajo nivel económico y formativo con una mayor probabilidad de movilidad o cambio de escuelas

debido al trabajo de los padres. “Pero a iguales condiciones económicas y de movilidad entre inmigrantes

y autóctonos, se igualan también los niveles de participación. El echar raíces y establecer lazos con la

comunidad es clave para superar las barreras de participación”, apunta el informe.

[35] Hay otros motivos, más relacionados con costumbres y hábitos. “Algunos padres desconocen hasta qué 35

punto es correcto implicarse, hay miedo a invadir el terreno del profesorado. Y por parte de los maestros,

hay miedo a que no sea respetado su criterio profesional”, señala Jordi Garreta, profesor de Sociología de

la Educación en la Universidad de Lleida.

“Si el niño tiene problemas en la escuela y no se siente bien, no va a hacer nada por atraer a sus padres

[40] a ese entorno”, añade Maria Jesús Comellas, profesora del Departamento de Pedagogía Aplicada de la 40

Universidad Autónoma de Barcelona. Para esta experta, a veces las propias escuelas levantan muros con

actos tan visibles como no dejar que los padres pasen de la puerta principal, excepto en preescolar o

para las fiestas. “Es una barrera simbólica y afectiva. Esto no ayuda para que los padres establezcan un

vínculo con la escuela. A veces también falla la actitud, porque los profesores están a la defensiva”, tercia

[45] Comellas, que apuesta por abrir nuevas vías de participación a las familias. Una actitud que choca si se

compara con Finlandia, por ejemplo, donde un contribuyente puede sentarse en una silla y seguir una

clase para comprobar si su dinero se invierte bien.

“La relación con la escuela parece más cercana en primaria porque te acercas a buscarles, pero en

realidad es tan opaca y cerrada como en secundaria. No sabes nada de la movilidad de la plantilla, del

[50] fracaso escolar...”, sostiene Isabel Ordaz, de la asociación Otra escuela es posible, que crearon hace seis

años un grupo de padres en Madrid. “La educación de mis hijos es la misma que recibí yo. Memorizar y

memorizar. Algo tiene que cambiar”, añade.

Muchos centros están rompiendo estos muros. En la escuela Els Encants de Barcelona realizan la que

llaman entrada relajada. A las 9 de la mañana y durante media hora los padres pueden entrar en la

[55] clase. Durante este tiempo los profesores aprovechan para contactar individualmente con los padres y el 

alumno y mantienen una charla, por ejemplo, sobre cómo han pasado la noche. También se hace

participar a los padres, invitándoles a que hagan alguna actividad relacionada con su profesión. “Si el

padre es economista, puede llevar las cuentas. Si es jardinero, puede ocuparse de las plantas. Si es

cocinero, que se encargue de la comida. Todos los padres deben aportar sus habilidades y capacidades,

[60] sean cual sea su nivel formativo. Y la escuela deber saber darles valor y aprovecharlas”, apunta Comas.

“Los padres se desvinculan cuando los niños crecen y hay que decirles: ‘Oiga, que su hijo no es tan

mayor, que está en una edad muy fastidiada y hay que estar pendiente de él’. Y lo que pasa es que al

final, quien viene a hablar con el tutor es el padre del niño que va bien”, defiende al gremio José Antonio

Martínez, director de la federación de directores de centros públicos. “Existen mecanismos en los centros

[65] para que los padres se informen. Por ejemplo, el programa educativo está en la web. Lo que no podemos

es enfrentarnos profesores y padres”, añade.

Pero la crisis está demoliendo muchas de estas barreras mentales y costumbristas, dejando paso a una

actitud más práctica y de convivencia ante las dificultades económicas. Se empezó por pequeños actos,

como aunar esfuerzos para limpiar el colegio, darle una mano de pintura o arreglar desperfectos. Pero

[70] con el enquistamiento de la crisis y el empobrecimiento de muchas familias, las asociaciones de padres y

madres de alumnos, a pesar de haber perdido la mayoría de las subvenciones públicas, están

organizándose para facilitar libros de texto, becas de comedor o incluso ropa de abrigo para las más

necesitadas.

A la hora de hacer los deberes, la implicación de los padres varía. Se vuelcan al comienzo; lo hacen un

[75] 88% de padres con hijos en los dos primeros cursos de primaria. Este porcentaje retrocede hasta el 60%

al final de este ciclo. En cambio, al acabar la ESO (Escuela Secundaria Obligatoria) solo un 26% ayuda

siempre a su hijo. “A lo mejor piensan que ya son más autónomos, pero posiblemente haría falta una

mayor supervisión”, apuesta Comas. “La ayuda no tiene que centrarse en los contenidos, sino en la

gestión del tiempo, en el interés por lo que sucede en la escuela, en la supervisión de la realización de los

[80] deberes…”, remacha el filósofo José Antonio Marina, presidente de la fundación Universidad de Padres.

Pero, ¿qué papel educativo juega la escuela y cuál la familia? Comellas define los cometidos: “Los

maestros son los especialistas del aprendizaje, tienen unos conocimientos que muchas familias no

poseen. La escuela también es el núcleo de desarrollo social y afectivo. La familia debe aportar estos

vínculos afectivos y enseñar los quehaceres de la vida cotidiana. Enseñar a poner una lavadora o coger

[85] un metro es trabajo de los padres, no de la escuela”. Pero esta experta destaca un “espacio común” entre

ambos lugares, en el que “se ayude al niño a madurar, a hacerlo autónomo y enseñarle a espabilarse”.

“La educación camina sobre dos patas: la instrucción y la formación de la personalidad. De la instrucción

se ocupa la escuela, de la formación de la personalidad, los dos”, opina Marina. “Y cuando los padres se

retiran de estas funciones, los docentes deben compensarlo. Somos los grandes cuidadores de la infancia

[90] y de la adolescencia”.

El título “La escuela permeable” se refiere a la idea central del artículo que es

a

la relación entre la escuela primaria y secundaria del sistema educativo español.

b

la relación entre los docentes y los estudiantes durante el proceso educativo como un todo.

c

la relación entre los contenidos enseñados en el sistema educativo español y lo que pide el mercado de trabajo en la actualidad.

d

la relación de los padres con el proceso de aprendizaje de sus hijos y con la institución escolar.

e

la relación entre la lectura de los padres a sus hijos durante el primer año de primaria y la mejora en el rendimiento escolar de éstos.

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