El texto que sigue es referencia para la cuestión.
Pero sucedió que el principito, habiendo caminado largo tiempo a través de arenas, de rocas y de nieves, descubrió al fin una ruta. Y todas las rutas van hacia la morada de los hombres.
– Buenos días – dijo.
Era un jardín florido de rosas.
– Buenos días – dijeron las rosas.
El principito las miró. Todas parecían a su flor.
– ¿Quiénes sois? – les preguntó, estupefacto.
– Somos rosas – dijeron las rosas.
– ¡Ah! – dijo el principito.
Y se sintió muy desdichado. Su flor le había contado que era la única de su especie en el universo. Y he aquí que había cinco mil, todas semejantes, en un solo jardín.
“Se sentiría bien vejada si viera esto, dijo; tosería enormemente y aparentaría morir para escapar al ridículo. Y yo tendría que aparentar cuidarla, pues, si no, para humillarme a mí también, se dejaría morir…”.
Luego, se dijo aún: “Me creía rico con una flor única y mis tres volcanes que me llegan a la rodilla, uno de los cuales quizá está apagado para siempre. Realmente no soy un gran príncipe…”. Y, tendido sobre la hierba, lloró.
(Saint-Exupéry, Antoine de. El principito. Buenos Aires/AR: Emecé, 2013.)
Considerando las informaciones presentadas en el texto, señala la alternativa correcta.
La rosa, que pertenecía al principito, estaba enferma porque presentaba tos y parecía morir.
El principito concluyó que su flor necesitaba mucho cariño pues era única y no debería padecer.
Los tres volcanes del planeta del principito eran inmensos y por eso eran valiosos.
El niño estaba triste porque percibió que todo lo que poseía era una flor común y tres volcanes muy chiquitos.
La percepción del niño es de que sus pertinências eran suficientes para que siguiera sintiéndose muy poderoso.